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Boletín de Noticias Enero 2022 |
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“Mira ese punto. Eso es aquí. Ese es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido vivió su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.” — Carl Sagan.
La ubicación de la humanidad en el universo ha sufrido un duro golpe de realidad en los últimos siglos, pasando de ser el centro y origen de la creación, a animales inteligentes producto de la evolución en un planeta cualquiera orbitando una estrella común en la inmensidad del Cosmos.
El universo observable alcanza alrededor de 90 trillones de años luz en diámetro. Existen a su vez 100 trillones de galaxias, que contienen cada una entre 100 y un trillón de estrellas. Los planetas son cuerpos celestes que orbitan alrededor de estas estrellas, y debido a la gran cantidad existente, el número de planetas potencialmente habitables en el universo es inmenso. Por este motivo, cabría esperar que la vida en el universo fuese también abundante, y sin embargo, no hemos encontrado señal alguna que indique que no estamos solos.
A día de hoy, no solo no hemos visto naves espaciales ni grandes imperios galácticos, sino que no hemos podido encontrar señales electromagnéticas de su presencia ni hemos encontrado microorganismos asociados con la vida fuera de nuestro planeta.
La búsqueda de vida inteligente, o SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence), es un término colectivo utilizado en el mundo científico para la detección de vida extraterrestre, utilizando, por ejemplo, la monitorización de la radiación electromagnética en búsqueda de transmisiones de otras civilizaciones.
Como parte de esta investigación, un equipo de investigadores de la universidad de Berkeley, California, que utiliza algunos de los radiotelescopios más potentes del mundo para rastrear millones de estrellas en búsqueda de signos de tecnología, ha pedido la ayuda de la comunidad científica internacional para desarrollar algoritmos capaces de manejar la ingente cantidad de datos que se obtienen y poder encontrar en ellos señales de origen no natural.
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